sábado, 8 de agosto de 2009

NACIDO PARA CORRER


(Texto publicado en ABC el 5 de agosto de 2009)

Cuando Jon Landau, el avezado cronista, le vio actuar por primera vez allá a principios de los setenta, conmocionado declaró: “He visto el futuro del rock. Se llama Bruce Springsteen”. El tiempo ha venido a demostrar que el vaticinio no andaba errado. Ha estado hace poco en tierras andaluzas y, frisando los sesenta años, el creador de The River ha ratificado que no hay nadie como él en la escena internacional.

¿Qué hace a Springsteen distinto al resto? Para empezar es un compositor formidable, a la altura del mejor Dylan, uno de sus maestros. Su repertorio cobija decenas de temas entre lo más granado que ha dado el género, tanto en lo musical como en cuanto a textos. Bruce –al que, es sabido, apodan desde sus inicios el Boss (el Jefe)– ha narrado emocionantes historias de perdedores que recorren las extensas y desoladas carreteras de la América profunda en busca de la tierra prometida, de un lugar en el que lamer sus heridas y empezar de nuevo, como si los golpes de la vida sólo fueran cicatrices en una piel curtida y recia. En su obra late un elogio de valores tan eternos y hoy en entredicho como la lealtad, la solidaridad con los más débiles, el respeto a los mayores –a pesar del ineludible choque generacional–...

Pero lo que convierte en insólito el caso de Springsteen no es tanto la defensa de esos principios como el que, a diferencia de la mayoría de sus colegas, su conducta se corresponde fielmente con aquello que enaltece. No ha construido pose alguna, no presume de aquello que no es. El éxito no le ha tornado un individuo arrogante o fatuo; comparte hotel con los músicos que le acompañan, a los que trata como lo que son: viejos amigos. Sin caprichos de estrella veleidosa, mezclándose con sus fans como uno más de ellos. Y entregándose en el escenario sin medida, devolviendo con creces el precio de la entrada sin mirar el reloj con impaciencia.

Su vida no es un rosario de escándalos; se limita a crear música y a interpretarla lo mejor que sabe (y no es poco). Es un amante del trabajo bien hecho; otro rasgo en retroceso en la era que vivimos.

El público le adora porque aprecia en él el liderazgo que brota de la cercanía y el talento, no del marketing o el discurso hueco y engolado. En estos tiempos de crisis ojalá contáramos en nuestra clase política con alguien que, siquiera remotamente, atesorara el perfil de líder de este chico de New Jersey, que, como reza la letra, nació para correr.