sábado, 4 de julio de 2009

DULCE FARRAH



Ha sido una semana infausta, en la que se han ido luminarias de las que no abundan. Medio planeta llora la pérdida de Michael Jackson, un talento natural que pareció quedar abducido para siempre por su papel de zombi en Thriller, el cortometraje de John Landis. Rondando el siglo se despidió días más tarde Karl Malden, uno de los más grandes actores de reparto (secundarios, se decía antes) que ha dado el cine americano en toda su historia. Indeleble su recuerdo como el cura valeroso de La ley del silencio, así como su cortejo a la tierna Carroll Baker de Baby Doll, ambas firmadas por Elia Kazan, el genio delator.

Pero uno es dueño de sus afectos -al menos en parte- y la desaparición que más me ha conmovido ha sido de largo la de Farrah Fawcett. El mito televisivo de los 70 gozó de una popularidad difícil de sobrellevar para un corazón ingenuo y vulnerable, que era presa fácil para los facinerosos que tanto abundan en los entresijos del star system. Para sobrevivir en ese turbio entramado de corrupciones es preciso tener una coraza poderosa, algo de lo que Farrah, como Marilyn, carecía. Así, su carrera se vio salpicada de incidentes escabrosos en el terreno personal, que malograron sus posibilidades como actriz, mucho más holgadas de lo que se tiende a pensar. El estigma de una personalidad inestable y quebradiza hizo que los directores de casting la relegaran a trabajos de ínfima categoría, y los cineastas de renombre -salvo alguna honrosa excepción, como el Stanley Donen de Saturno 3- pasaron por alto su valía, desorientados ante el fulgor de su melena rubia y ondulante.

Su tormentosa relación con Ryan O´Neal, otra estrella expulsada del firmamento de la industria por parecidas razones, marca la trayectoria de una mujer que, en el ocaso de sus días, demostró a propios y extraños que su bondad y coraje rivalizaban con una belleza que hechizó sin medida a toda una generación de adolescentes. Los adolescentes que un día fuimos.

Hasta luego, querida, dulce Farrah.


4 comentarios:

Alberto Díaz-Villaseñor dijo...

La vida es breve... y dura. Cada vez estamos más huérfanos de lo que fuimos.

Clarice Baricco dijo...

Yo fui una adolescente que la seguía...
Dulce recuerdo has escrito.

Un placer leerte en esta casa.

Beso.

Patton dijo...

Yo también en mi adolescencia seguía a esta gran artista.
Gran perdida.

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Anónimo dijo...


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